Ramón Navarro, director del CRA Río Argos: “En cuanto cierra un colegio rural, desaparece la posibilidad de revitalizar el pueblo”

Jun 10, 2025 | Paisanajes, Región de Murcia

Carmen Díaz-Beyá

Carmen Díaz-Beyá

10 de junio de 2025

El colorido de las flores acompaña el trayecto por carretera que conecta a las tres pedanías en las que se distribuye el CRA (Colegio Rural Agrupado) Río Argos. Se trata de los centros de Canara, Campillo de los Jiménez y Valentín. Como me explica su director Ramón Navarro: “Aquí en vez de pasillos, tenemos carreteras”.

El colegio es el alma de cada una de las tres pedanías. Conde Campillo, en Valentín, es el centro que conforma la cabecera. Apenas a siete kilómetros, se encuentra el de Canara y, a cuatro, el de Campillo de los Jiménez.

Si marcamos los tres centros en un mapa, se observa cómo forman una especie de triángulo entre Cehegín y Calasparra, unas zonas muy ligadas a una rica tradición de cultivo floral y de fabricación de ladrillos.

En el centro de Canara se preparan hoy para hacer una actividad en común, enmarcada en el proyecto: Emocionarte. Los 42 niños matriculados aquí, desde los 3 años hasta curso, son guiados por sus respectivos maestros hasta el patio. Hoy toca trabajar con las Semillas de la Alegría.

Los alumnos, tras ponerse las gorras que les protegerán del sol, se colocan, entre risas y juegos, a la sombra del arbolado. Tras una breve charla de su jefa de estudios, Marta Moret, es el momento de observar cómo sigue el crecimiento de las plantas. Cada niño dispone de una maceta con su nombre y suya es la responsabilidad de cuidarla, dándole el riego, la tierra o el mimo que necesite en cada momento.

Mientras, en la sede de Valentín, un total de 42 alumnos desde los 3 años de edad hasta curso, se preparan para dar unos premios muy especiales. Después de atender diferentes asignaturas en las clases agrupadas, salen al patio para elegir qué dibujo será portada del próximo programa de fiestas de la población. A pesar de tener un ganador y otros dos finalistas, todos los dibujos que se han presentado aparecerán en el folleto.

Ramón quiere que no me deje sin visitar ninguno de los tres centros, así es que nos volvemos a poner en marcha dirección Campillo. En este caso, se trata de un aula unitaria donde asisten niños de infantil de 3 años, 2º, 3º y 4º de primaria. Son un total de seis alumnos que conviven y comparten su proceso de aprendizaje a diario. Cuando llegamos, unos alumnos están con Martín en la clase de inglés, mientras que los demás hacen sus tareas adaptadas, supervisados por Juana María.

Después de haber recorrido junto a Ramón los pasillos-carreteras que unen a los tres centros que conforman el CRA Río Argos, es el momento de charlar con él.

 ¿La escuela rural formaba parte de tus planes durante tus años de formación?

Empecé como todos, de interino, yendo de un sitio a otro. Sin embargo, el primer destino que conozco en 1998 es rural, el CRA Sierra del Noroeste. El tiempo que estuve allí me abrió los ojos y aquello me interesó muchísimo. Me di cuenta que lo que había estudiado en la carrera aquí era muy diferente.

¿A qué te refieres?

Por ejemplo, en la universidad hacíamos casos prácticos con 25 alumnos. Llegas a un CRA y te encuentras a 14 críos, tres de 3º curso, dos de 4º y siete de 5º. Luego hay tres niños que acaban de llegar y no hablan español. Pues eso, nada qué ver con aquellos casos prácticos.

Yo estudie por vocación. Siempre me ha encantado la enseñanza y los niños, así es que tenía claro que quería ser maestro. Como dice el dicho: “elige la profesión correcta y no trabajarás ni un día”. Pues yo soy de esos, siento que no he trabajado ni un día. La escuela es lo que yo quiero. El CRA me enamora.

¡Y tanto te has enamorado de la escuela rural que ahora eres director!

Sí, aquí llevo siete años.

Hace tiempo que no soy capaz de hablar de inconvenientes a la hora de trabajar. Cuando llegué como director, mi primer objetivo fue el de quitarle a todos el complejo de “lo rural”: a los niños por venir a una escuela rural, a los maestros por ser maestros rurales y a las familias por habitar aquí. Yo les dije: ¡no sé lo que estáis diciendo, tenéis lo mejor de lo mejor! El entorno, las características y las peculiaridades para hacerlo bien.

Algo muy bueno que tiene el CRA y sobre todo respecto al alumnado, es que al tener menos niños, puedes ofrecer una atención mucho más personalizada. Si un alumno tiene unas necesidades específicas, ya sean emocionales o curriculares, dispones de tiempo con él para una comunicación más directa.

También hacemos proyectos a nivel de centro, desde los 3 años hasta 6º curso. En estos casos, se nutren entre diferentes edades, aprenden los unos de los otros: los pequeños de los mayores, los mayores de los pequeños… Y eso se nota cuando hay un conflicto pues han desarrollado muchas más herramientas para solucionarlo.

Imagen: Ramón Navarro, director; y Marta Moret, jefa de estudios del CRA Río Argos

¿Cómo es vuestra intervención en caso de conflicto?

Un conflicto es una ocasión para educar. Cuando surge, no puedes dejarlo pasar. Hay que resolverlo en ese momento. Cuando un niño viene y trae algo de casa, se siente con la libertad de preguntarlo y enseguida nos ponemos en marcha, lo trabajamos. Ése es el momento.  Llevo años observando que la motivación y el interés crecen cuando se actúa sobre los intereses o preocupaciones presentes de los niños.

Eso implica una escucha muy atenta por parte del profesorado…

Así es. Los niños sienten y padecen, están constantemente vivos. Aquí, al ser tan poquitos, ves a un niño cómo llega y ya sabes que algo pasa. A donde podamos llegar, llegaremos, en lo educativo y en lo emocional.

Por ejemplo, un niño del colegio vio una noticia sobre la paralización de muchas intervenciones en el momento del COVID porque la gente tenía miedo a contagiarse. El niño preguntó sobre este asunto en clase y, a raíz de ello, salió un proyecto. Contactamos con el Centro Regional de Hemodonación, les preguntamos cómo podíamos ayudar y nos pusimos en marcha. En muy poco tiempo levantamos la curva de donantes de Valentín y Canara. Hoy el 85% de la población que puede donar, dona. Esto no existe en el mundo, solo aquí.

Para hacerle publicidad a este proyecto, lo acompañamos de una canción, algo que también se les ocurrió a ellos. En fin, que los niños mueven el mundo.

Este ejemplo que me pones, llega más allá del propio colegio. Quiero decir que también repercute y moviliza a las poblaciones más próximas…

Es que la metodología que empleamos va más allá de los propios proyectos. Se llama aprendizaje basado en servicios ¿Qué necesidad tiene nuestra comunidad? ¿Qué puede necesitar? Una vez detectada, nos implicamos en darle un beneficio. Es decir, no se trata solo de aprender ese algo marcado en un proyecto. Se trata de ver cómo se puede aplicar ese conocimiento en mejorar nuestro entorno.

Un colegio que deja de tener alumnos y cierra, en dos o tres años la pedanía termina. Eso ha pasado aquí con las escuelas de Cañada de Canara y de la Carrasquilla. Si un colegio desaparece, con él se va la posibilidad de reactivar una zona. Aquí hablamos con las familias, los profesionales de la zona… Queremos que todos los esfuerzos vayan en la misma dirección. Esto se llama coherencia. Integrar, sumar para todos. Y en ese sentido, los niños son los protagonistas.   

NOTA: La entrada viene del artículo publicado por mi misma en Elnoroestedigital

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