El escritor Jesús Carrasco saltó a la fama en 2013 con su primera novela titulada «Intemperie», obra que lo consagró como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario tanto nacional como internacional y que, poco tiempo después, fue llevada al cine. Tres años más tarde presentó «La tierra que pisamos”, a la que siguió “Llévame a casa” y hasta la fecha, en 2024, publica “Elogio de las manos”. Sus cuatro obras han sido galardonadas con prestigiosos premios de narrativa.
Como regalo de fin de año, recibí una llamada del director de la Biblioteca Regional de Murcia (Brmu), Juanjo Lara, proponiéndome llevar esta charla, enmarcada dentro del ciclo: “La BRMU se echa al monte”.
Y hablo de un regalo porque, además de sentir una gran predilección por Carrasco y por su escritura, en mi caso, no puedo estar muchos días sin pisar la Brmu. No soy de seguir disciplinas religiosas establecidas, pero a esta biblioteca, siempre la he considerado como mi templo particular.
Además de ser una de los lugares de interior más maravillosos en los que he estado – y no lo digo porque esté en mi tierra, sino porque así lo siento- se trata de un verdadero templo dedicado a la cultura y, más en concreto, a la lectura. Un ejercicio por cierto que me conecta con el silencio, con la creatividad y conmigo misma. Por lo tanto… ¿Qué conexión más ‘religiosa’ puede haber que ésta? Pues eso, mi templo.
Pero dejando mis no creencias a un lado, en cualquier lugar comunitario bien avenido, se da la sociabilización, compartir espacios, diálogos y buenos momentos con otras personas quizás hasta entonces desconocidas, pero que ya quedáis unidas por ese evento cultural que os ha hecho coincidir en un momento y en un espacio concreto.
Coincidir en una sala prácticamente llena de público a dialogar con Jesús Carrasco ha sido, como decía, un gran regalo para comenzar este 2025. Además de ser un estupendo escritor, es un gran conversador. Sus respuestas claras, firmes y reflexivas, siempre andan enmarcadas en la defensa de lo que nos hace auténticamente humanos: las emociones.
Para quien se ha criado en el pueblo, como es su caso, el medio rural es el espacio donde mejor se encuentra para escribir literatura, pues allí encuentra aquello sobre lo que quiere escribir…
El medio rural me gusta porque es mi medio natural. Yo soy un hombre de pueblo, me críe y crecí en un pueblo, a pesar de que he vivido en ciudades. De modo que ese espacio, que ocupa mucho menos de la mitad de mi vida, es el espacio donde se formaron mis emociones y me formé como ser humano.
Cualquier persona que se dedica de una u otra manera a una profesión artística, casi siempre acaba pasando por la infancia en busca de una pureza en la mirada de la que, seguramente, ya no disponemos cuando somos mayores y la vida nos ha ido maleando. De modo que, cuando yo me planteo escribir novelas, vuelvo a los lugares que conozco y amo (…)
Anterior a Intemperie, escribí una novela inédita que nunca se ha publicado y se quedará en el cajón porque entre otras cosas no estaba anclada en un lugar donde yo sintiera un vínculo fuerte. Cuando la acabé, me di cuenta de que estaba muerta, que no palpitaba. Así es que decidí redirigir mi mirada hacia ese lugar que sí que palpitaba, que había pasado inadvertido para muchas personas y que yo sí había vivido. Encontré entonces una sorpresa: la cantidad de vínculos y de emociones que yo tenía con un territorio que daba por sabido, por reconocido. En el medio rural había un terreno fertilísimo para escribir. Y a día de hoy, así lo sigue siendo.
Allí encuentro conexiones verdaderamente profundas entre mi personalidad y aquello sobre lo que quiero escribir que tiene que ver con la naturaleza, con el campo, con las comunidades pequeñas, con la cercanía de lo sensorial, de los objetos, la exposición a las inclemencias climáticas… Por lo tanto, cuando voy a ese espacio narrativo, encuentro todas esas conexiones relevantes y profundas para mi.
Compartimos que en la literatura contextualizada en el medio rural, sobre todo la surgida en los últimos 10 años, hay una especie de reivindicación permanente por un modo de vida más pausado, en contacto con la naturaleza, con el resto de personas y con nosotras mismas. También, los lugares pequeños, pueden ser lugares de innovación en cuanto a vivir sin seguir los estímulos acelerados de nuestro siglo. A todo esto, Jesús Carrasco lo denomina “género literario de resistencia”. Le pregunto por el término el cual, por cierto, me encanta y no puedo estar más de acuerdo…
Hay una corriente central en el tiempo contemporáneo que es muy clara, que nos arrastra a todos o prácticamente a todos. Es una corriente que percibo, disfruto pero también padezco. Cualquier texto mío u otra manifestación que se oponga a ese modelo, es un modelo resistente. Yo en mis libros hablo de lentitud, de espacios abiertos, de lo nítidamente humano. Reivindico una condición humana plena, con todo lo que eso significa: los errores que cometemos, los fracasos… pero también con la inmensa capacidad que tenemos de amar, de relacionarnos para crear comunidades, para hacerlo lo mejor que lo sabemos hacer.
Los seres humanos hemos creado el arte, la ciencia, esta silla, El Quijote, grandes obras artísticas y científicas. Todo esto forma parte de lo más noble de nuestra condición. Yo veo que, en términos generales, no se habla de esa parte humana y por eso, son textos que resisten a un mundo que nos lleva en otra dirección. Sí, veo que la corriente central nos lleva a la disolución de lo eminentemente humano, de los humanos que se alían y hacen cosas maravillosas. Yo me opongo, de una forma tranquila, a todo eso.
- Para escuchar o ver la entrevista completa, puedes acceder aquí. Las respuestas de Jesús, así como la posterior intervención del público, no tiene desperdicio.
¡Gracias a la BRMU por haberme confiado este gran rato y larga vida a todas las bibliotecas públicas!
Fotografías de Ana Bernal.