¿A quién no le suena este título? En mi caso, fue de lectura obligada allá por los tiempos en los que existía BUP y COU. Pero ya se sabe, todo lo que haces por obligación no sienta tan bien como cuando lo haces por placer. Así es que hace unas semanas, decidí releer esta maravillosa obra de Ramón J. Sender y ahora sí, disfrutarla en plena libertad.
Libertad, esa sensación que echamos en falta al trasladarnos al contexto en el que nos ubica esta obra: la Guerra Civil española. La traición entre vecinos de un pequeño pueblo, el sentimiento de culpa, los cambios internos que nos provoca el miedo, achicándonos o por el contrario, haciéndonos capaces de cosas impensables, son protagonistas junto al joven Paco “el del molino” y el cura Mosén Millán, de esta novela corta.
Sin ánimo de spoiler, pues en las primeras páginas ya nos sitúa Sender en el entierro de Paco, la narración transcurre mientras Mosén Millán, prepara la misa para despedir a su joven amigo. Durante ese intervalo de tiempo en el que cura y monaguillo esperan la asistencia de feligreses al entierro de Paco, Mosén va dando saltos atrás en el tiempo, recordando a la par que narrando al lector, toda la historia que allí aconteció hasta llegar al asesinato de Paco.
Sender utiliza un estilo realista, sencillo, estremecedor y muy depurado, alejado de intenciones panfletarias lo cual llega a ser casi sorprendente si tenemos en cuenta que vivió los fusilamientos de su hermano y de su mujer, por parte de los mismos. Pero quizás esto, entre tantas otras virtudes del autor y de esta obra en concreto, hacen que sea considerado como uno de los mejores narradores de la llamada “literatura española en el exilio”. Se agradece leer una historia ubicada en este fatídico tiempo de la historia reciente, tratada con tanta sobriedad.
Lo dicho arriba no significa que Sender se muestre frio ante el horror de la Guerra Civil y de sus compinches, entre los que destaca la desagradable figura de «los señoritos», propios de aquel tiempo. El autor pone empeño a la hora de alumbrar las emociones tan diferentes que un ser humano es capaz de experimentar, ante una situación tan extrema. Y no solo las que se experimentaron en ese pueblo durante el conflicto, sino las que se quedan después y son tan difíciles de arrancar de la conciencia. Al menos para algunos.