Nunca he conectado mucho con el concepto de “hacer turismo”. Si lo piensas, se trata de la combinación entre un sustantivo -“turismo”- que necesita de un verbo -“hacer”-, para darle fuerza y sentido al concepto. Siempre he creído que hacer turismo no es lo mismo que viajar. De igual manera, ser turista no es lo mismo que ser viajera.
Taramundi te recibe en su calle principal con un cartel que reza: “30 años de turismo rural”. Aunque en realidad, son cerca de cuarenta. Destaca este rótulo a su llegada, por un buen motivo. Una razón que está a punto de hacer que me replanteé mi opinión sobre el turismo, por muy rural que sea.
Este concejo del occidente asturiano, ubicado en la comarca Oscos-Eo – la única Reserva de la Biosfera que, además de montaña y bosque, tiene costa y villas marineras- ostenta el título «Primer Núcleo de Turismo Rural de España” porque, precisamente aquí, comenzó esta actividad.
Para empezar, la Oficina de Turismo de la población, no es una oficina de turismo al uso. En su puerta, antes de acceder a su interior, hay un detalle que significa mucho. Se trata de un buzón para recoger e intercambiar libros de manera gratuita.
Desde mi punto de vista, la lectura es una actividad más propia del viajero, de la persona que va sin prisas, de aquella que quiere realmente sentirse inmersa en el paraje que transita. Por eso, me sorprende enormemente esta iniciativa en la puerta de una oficina de turismo pues, a mi juicio, el turista, antes de estar y sentir un lugar, ya ha compartido las fotos del mismo, en sus redes sociales. Por esa misma prisa del “mostrar”, que haya un buzón de libros usados para intercambiarlos libremente, me da una tremenda vuelta de tuerca. Se trata de toda una declaración de intenciones que te dice “puedes pararte a leer en cualquiera de los recónditos y hermosos parajes que vas a descubrir. Puedes combinar el ensimismamiento perceptivo con la lectura. No hay prisa. Disfruta”.
Una vez que accedo al interior de la oficina, una amable y joven mujer, tras hacerme pasar por el típico cuestionario –de dónde vengo (en vez de dónde soy, lo cual agradezco…), cuántos días voy a pasar, y si estoy alojada de manera provisional o permanente– intercambiamos los papeles y al poco tiempo soy yo la que comienza a preguntar. Quiero caminar y conocer el paisanaje. Ella ajusta sus sugerencias de ruta a mi demanda, excluyendo de su discurso la opción de ir a algún restaurante. Supongo que mi aspecto delata que soy más de llevarme la comida en la mochila.
Le pregunto entonces por ese cartel que hay en la entrada del pueblo. Me explica que aquí nació el turismo rural hace ya 36 años. Me llama la atención esa fecha tan concreta para el nacimiento de un concepto. Debió de haberse gestado sobre una serie de hitos que así lo configuran. Y así es. Descubro a posteriori, toda una historia de superación, apoyo administrativo e implicación vecinal, para que el concejo no siguiera perdiendo población y por el contrario, convertirse en lugar pionero del turismo rural.
Durante los años ochenta, muchos pueblos y aldeas recónditas de Asturias, iban directos a su desaparición. El concejo de Taramundi era uno de ello. En verano, como ocurre en tantas otras pequeñas poblaciones, podía aumentar ligeramente la población estacional, por familiares y amigos que iban a pasar el periodo estival. Pero esas cortas estancias, no representaban ningún tipo de salvación para la zona.
El Principado observaba con preocupación esta realidad y se puso manos a la obra. Encargó entonces al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) una investigación sobre la problemática demográfica, el abandono rural y sus posibles soluciones. Tras las conclusiones de dicho informe, se cogió el inmenso patrimonio natural, etnográfico y cultural de la provincia y se creó la seña: Asturias, paraíso natural.
Esa misma investigación trasladada a Taramundi, concluyó que había que aprovechar el patrimonio natural y arquitectónico de la zona, poner en valor la cultura y los recursos locales, especialmente la artesanía, tan desarrollada en el territorio. El concejo creó entonces una sociedad compuesta por vecinos, empresarios, el Ayuntamiento y el Principado.
Con la llegada en 1986 de la primera ayuda económica del Gobierno Asturiano, se transformó la vieja Rectoría (la casa del cura) del siglo XVIII, en un establecimiento hotelero. Algo que ahora nos puede resultar común, no lo era entonces. Y tal es así que aquí tenemos el primer hito de importancia: con esta obra, nació el primer hotel rural de España. Taramundi comenzó entonces a aparecer en los mapas con un hotel de lujo en un entorno rural, algo insólito hasta la fecha.
El Programa Piloto de Desarrollo Integral Oscos-Eo (1985-1995), propició mejoras de carreteras, electrificaciones, saneamientos y otras obras de reparaciones varias. Durante el periodo en que se desarrolló el Programa, más vecinos de la zona se unieron al proyecto de desarrollo rural. En un concejo que no llegaba a los 600 habitantes, se pusieron en marcha 4 hoteles, 25 casas de aldea, 8 apartamentos rurales y 4 apartamentos turísticos, además de 5 restaurantes. Las posteriores ayudas europeas, los planes Leader y Proder, que financian proyectos para dinamizar el rural, fueron imprescindibles para poder desplegar el plan en su totalidad.
Debido al interés de los vecinos cada vez más implicados en el objetivo de mantener viva la zona, surgió la necesidad de dar una formación permanente a aquellos habitantes recién convertidos a emprendedores. Fue entonces cuando se inauguró en La Rectoral, nombre que adquirió la antigua rectoría al convertirse en hotel, la Escuela Permanente de Turismo Rural. Había que sentar las bases de un turismo rural de calidad y obtener una buena formación para desarrollar los negocios.
El propósito global, no era solo el de crear un núcleo de oferta hotelera en medio de un espacio natural. Esto era una parte significativa, sí. Pero más allá, el concejo quiso conservar el patrimonio cultural y humano, las tradiciones y los oficios, que aún hoy se desarrollan de manera auténtica. En pocas palabras, no se trataba de convertir Taramundi en un parque temático del medio rural. El objetivo era mantener, conservar, cuidar y revitalizar la zona, desde fórmulas que, a su vez, permitiesen el desarrollo económico sostenible.
Leyendo sobre este tema, encontré una entrevista a Jesús Mier, responsable de la empresa que gestiona La Rectoral y a su vez, involucrado en todo el desarrollo de la zona desde un principio. Creo que lo resume perfectamente cuando dice, donde no ves un papel tirado en el suelo, no lo tiras. En esta idea, se sustentó el desarrollo del turismo rural en la zona, una idea que se fue extendiendo a toda la Reserva de la Biosfera de Oscos-Eo.
En 1984 Taramundi fie elegido como el «Primer Núcleo de Turismo Rural de España”. Aquel proyecto piloto tuvo tan buena acogida que, desde entonces, el enclave actúa como un modelo de desarrollo rural y turístico sostenible a imitar. Se trata de una buena práctica en la que se han fijado otras áreas rurales con problemáticas similares, incluso a nivel internacional.
En toda esta historia confluyen varios factores: una buena planificación, la implicación administrativa, la obtención de fondos económicos y la implicación vecinal. Está claro que, sin recursos económicos, poco se hubiera podido hacer para evitar el declive de la zona. Pero no hay que olvidar la importancia de las buenas ideas, del trabajo comunitario y de la inteligencia emocional, para desarrollar con éxito un proyecto de tal envergadura.
Los orígenes más remotos de vida humana aquí conocidos, nos trasladan hasta el periodo epipaleolítico (del 13.000 a.C al 10.000 a.C). Durante los siglos de la Hispania romana, estuvo poblada por los egobarros, una tribu galaica asentada a lo largo de la ribera del río Eo y de la que se han hallado restos arqueológicos. En su historia más reciente, durante la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XV, la población de Taramundi perteneció, bajo el dominio de la monarquía asturiana, al poderoso y vasto territorio de Castropol.
Caminar por las diferentes rutas que ofrece el lugar, con mayor o menor dificultad en sus tramos como van avisando los sucesivos paneles informativos, es hacerlo escoltada por bosques centenarios de castaños, robles y abedules, sobre un terreno pizarroso y quebrado, siempre acompañado por las aguas de los ríos y arroyos que nacen en la cima de sus montañas.
La naturaleza es para mí, siempre la gran protagonista. Pero es que, además, el encanto se multiplica hasta el infinito, cuando caminas y llegas a cualquiera de sus aldeas más cercanas (Mazonovo, Esquios, As Veigas, Texiois, Os Castros etc) y puedes observar in situ, oficios, tradiciones y costumbres ancestrales, materializados en la recuperación de molinos de agua, telares, o en la visita respetuosa a maestros artesanos cuchilleros, que siguen forjando a fuego la herencia de sus mayores. Un ejemplo de convivencia entre la realidad de una población reinventada en parte, al turismo rural, con la búsqueda de la conservación de sus orígenes, siempre ligados a oficios vinculados al agua, al hierro y a la artesanía.
Ante este paisaje y este paisanaje tan mágico de la zona, es imposible no encontrarte a un Trasgu entre las ramas de sus árboles, o a las hermosas Xanas, lavando sus cabellos en algún arroyo de la zona. Pero bueno, ya sabemos que estos seres mágicos son más de aparecerse a quienes conservan los poderes para verlos, que suelen ser los niños. Yo como adulta -al menos de edad, no tanto de espíritu- me conformo con imaginar los tiempos a los que me traslada este caminar, a la vez que alimento mi espíritu observando la estupenda gama cromática y de sonidos del agua, que nos regala la naturaleza.
A veces tanta belleza es difícil de asimilar de golpe. Yo por eso prefiero ir con calma. El lugar también invita a ello, a su contemplación, a la meditación, a su disfrute con todos los sentidos.
¡Ah! se me olvidaba ¿No os parece Taramundi, un nombre precioso? Según el Diccionario etimológico de toponimia asturiana, de Xulio Concepción Suárez, procede de *tar-, lat. altar (altura), y -mundus (mundo), algo así como “el altar del mundo”.
Pues en este altar del mundo cambia hoy mi concepto de hacer turismo o, al menos, de hacerlo en estas condiciones de respeto absoluto por el origen natural y humano de las poblaciones. Estaría bien que en el turismo, siempre prevaleciese el cuidado por los recursos naturales, antes que el interés de algunos, por llenarse los bolsillos. Taramundi me demuestra que, si se quiere, se puede.